Archivos para abril, 2011

¡Últimas noticias! ¡Helicóptero civil descontrolado!


¡Noticia de última hora! ¡Un rayo alcanza un edificio en Estambul!

¡Está pasando! ¡Octavo atraco en una casa del distrito de Ulus!

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Entrada patrocinada por Ideas Contadas.

– ¿Lo entiende ahora? — dijo Corker–.

–  Creo que sí.

– Nos ha jugado una mala pasada en nuestras propias narices. Ya sabía yo que nos crearía problemas.

– Pero, de hecho, ese hombre es un funcionario del ferrocarril. Esta mañana lo he visto en la taquilla cuando he ido a preguntar por el equipaje.

– Claro que lo es. Pero, ¿de qué nos sirve eso a nosotros? Shumble ya ha difundido la noticia. Ahora no nos queda más remedio que encontrar a un agente soviético o inventarnos lo que sea.

O explicar que se trata de una confusión.

– Muy arriesgado, amigo, y muy poco profesional. Eso puedes hacerlo una o dos veces, cuando te encuentras en una situación verdaderamente de emergencia, pero no compensa. No les gusta publicar desmentidos.

Es lógico. Destruye la confianza que la gente ha depositado en la prensa. Además, da la sensación de que no estamos trabajando bien. Sería demasiado fácil que cada vez que un tipo consigue una exclusiva sensacional, los demás la desmintieran.

Y tengo que reconocer que Shumble ha sido muy listo. La idea era magnífica, aunque la barba le ha sido de gran ayuda. Seguro que se me hubiera ocurrido a mí de no haber estado tan fastidiado por lo del equipaje.

Otros periodistas se amontonaban a su alrededor reclamando sus telegramas. Corker fue entregándoselos a regañadientes. No había tenido tiempo de abrir el de Pigge.

– Toma hermano –le dijo–. Te lo he guardado. Algunos de estos tipos pretendían leerlo antes que tú.

– No me digas –replicó Pigge con frialdad–. Pues bien, si quieren verlo, aquí está.

Era como todos los demás: DÍCESE MISIÓN BOLCHEVIQUE ASUME CONTROL. INFORME URGENTEMENTE.

La cacería ya estaba en marcha. Aquel día nadie tuvo tiempo de almorzar. Estaban todos buscando rusos.

¡Noticia bomba! Evelyn Waugh. Página 128.

Vamos a hablar de Wikileaks. ¿Todos preparados? Sincronicemos nuestros relojes. ¿Listos? ¿Sí? Espero que  ninguno de vosotros tenga un Casio de esos baratos, que además de hortera, te hacen quedar como un terrorista en potencia.

Sobre todo, por el qué dirán… No sabría explicar a las autoridades americanas cómo he conseguido tener lectores que pertenecen a Al Qaeda. ¡Los de la CIA tienen muy malas pulgas cuando se lo proponen!

En fin, a lo que íbamos: Que tenemos otra vez a los muchachos de Julian Assange en todas las portadas. En este caso, las filtraciones se ocupan de Guantánamo.

Pocas cosas buenas podíamos esperar de ese penal ilegal de los Estados Unidos, y los detalles que se publican estos días nos sacan de dudas. Mi opinión sobre Wikileaks y lo que supone para una mayor transparencia informativa han variado poco desde la última vez que me ocupé del asunto.

De lo que quiero hablar hoy es de una conferencia a la que he asistido esta semana en la Universidad de Oviedo, con Ignacio Escolar como protagonista principal y organizada por la Fundación ‘Izquierda de Asturias’.

Contó el exdirector de Público que David Lloyd George, primer ministro del Reino Unido durante la I Guerra Mundial, confesó a C. P. Scott  que si el pueblo británico conociera las tropelías que se cometían en la batalla, la contienda terminaría al día siguiente.

Lo curioso del asunto es que el citado Scott, no sólo era periodista. También era diputado y fue director de lo que hoy conocemos como The Guardian durante más de veinte años.

Era una confidencia que merecía una portada. Como os podéis imaginar, no apareció ni una línea publicada al respecto. Conocía la verdad, pero no era conveniente sacarla a la luz.

Según Assange, las filtraciones evitan las conspiraciones, porque hacen dudar a los implicados. Acaban con la impunidad. Dice el australiano que si conocemos una injusticia, podemos contestarla. Ahí un ejemplo.

Es lógico que dudemos del papel de la prensa tradicional. Durante los últimos años, las grandes exclusivas mundiales han salido a la luz gracias a personajes anónimos.

De las fotos de Charles Graner en Abu Ghraib, al CD de Lady Gaga con datos confidenciales del soldado Bradley Manning. A los medios de comunicación siempre se nos ha dado mal luchar contra la mayor propaganda que existe: La de la guerra.

De todas formas, el papel de los periodistas ha sido fundamental para poner en valor un archivo tan brutal como el que facilita Wikileaks. Lo que ha hecho el portal es volver al viejo concepto del Periodismo.

Pero la conclusión de la charla era negativa: Ahora sabemos la verdad, pero la guerra no ha terminado. David Lloyd George se equivocaba.

España es un país de forofos, en el que el ruido que se genera sobre un tema de conversación es inversamente proporcional a la importancia del mismo.

Vivimos en un estado en el que los jueces son conservadores o progresistas, los políticos son fachas o rojos, y en el que los ciudadanos o estamos con los sindicatos o apoyamos a la patronal. No hay término medio.

Muchas encuestas nos hacen elegir. ¿Qué somos? ¿Españoles? ¿Catalanes? ¿Vascos? ¿Gallegos? ¿Cántabros? ¿Ni una cosa ni la otra?

Estamos en un país en el que la escala de grises desaparece. Todo es blanco o negro. No podemos cuestionar la Ley de Partidos aunque nos parezca injusta y desproporcionada, porque nos acusarán de cómplices del etarra Troitiño. Y claro, nadie quiere ser amigo de Josu Ternera o de Arnaldo Otegui en estos tiempos.

Simplificamos.

Es difícil ser del Madrid y disfrutar del juego del Barça. Hoy que hay clásico, menos. Los madridistas no podemos pensar que Xavi, Iniesta o Puyol son excepcionales en lo suyo. Tenemos que defender a Cristiano Ronaldo y a Mourinho aunque no nos apetezca.

Nos gusta gritar y llevar la razón. Pocas veces nos paramos a escuchar, y casi nadie cambia de opinión por más argumentos que aportes para ello.

Defender una opción te sitúa en una trinchera insalvable. O estás conmigo, o estás contra mi. Compramos el periódico que encaja ideológicamente con nuestros postulados. Los demás, mienten. Nadie apenas se plantea el sano ejercicio de leer lo contrario a lo que piensa. A veces, lo prometo, algo tan sencillo te aporta puntos de vista distintos.

Vivimos en un estadio de fútbol.

Estamos acostumbrados a buscar culpables, para todo. Rara vez nos acordamos de buscar soluciones, que es lo que necesitamos.

Mucho ruido y pocas nueces, en definitiva.

Parece que las revueltas en el mundo árabe no cesan. Después de un pequeño parón, al menos en lo mediático, los ciudadanos de Siria o Yemen están consiguiendo de nuevo la atención internacional con sus protestas.

Una buena noticia: No todo es el petróleo libio y la guerra contra Muamar el Gadafi. Hay muchos dictadores contra los que rebelarse, contra los que salir a la calle. Cuando no tienes nada que perder, solo tienes que superar el miedo.

Desde los países occidentales estamos actuando con la doble moral que nos caracteriza. Salvo el inefable Aznar, todos los líderes mundiales han tenido unas palabras de apoyo para estas revueltas que buscan una apertura democrática imprescindible.

Palabras de apoyo. Sobre todo, eso. Palabras.

Porque Europa, aunque no lo parezca, está muy cerca de África. Demasiado cerca, para algunos. Y comenzamos a notar las consecuencias.

Desde el comienzo de la revolución en Túnez, en Egipto, en Libia, Italia ha recibido varios miles de inmigrantes de estos países. Ciudadanos desesperados, que se la juegan en busca de una vida mejor. Como haríamos cualquiera de nosotros si nuestras circunstancias personales así nos lo exigieran.

La pequeña isla de Lampedusa, a escasos cien kilómetros de la costa africana, ha recibido en las últimas semanas tal cantidad de refugiados que su población se ha visto multiplicada por tres o por cuatro, según quién aporte los datos.

Las autoridades italianas, siempre tan ocurrentes, han decidido conceder permisos de residencia temporales para quitarse el «problema» de encima. Con ese documento, sus portadores tienen libertad para moverse por Europa. Supuestamente.

Nicolas Sarkozy y Silvio Berlusconi, Francia e Italia, tanto monta, monta tanto, se han enfrascado en los últimos días en una guerra diplomática con el tratado de Schengen y la posibilidad de una suspensión provisional de este acuerdo que permite la libre circulación por Europa como excusa.

La extrema derecha se extiende por el continente. El miedo, también.

Mientras, ¿dónde están los responsables de la Unión Europea? ¿Dónde está Herman Van Rompuy? ¿Dónde está Catherine Ashton? ¿Qué opinan de este asunto? ¿Tienen opinión? ¿Sirve de algo lo que opinen?

Hasta que resolvamos estas dudas, me quedo con la versión española. Diego López Garrido, Secretario de Estado para la Unión Europea decía lo siguiente en una entrevista de radio: «No vamos a tomar ninguna decisión al respecto».

Muy bien dicho. ¡Para qué! Si Europa funciona…