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– Yo soy coleccionista a pequeña escala –dijo Corker–. Ese es uno de los motivos por los que me alegró que me enviaran a informar sobre esta noticia.

Seguro que encontraré por allí un montón de cosas útiles. Pero, por lo que he oído contar, va a ser una tarea difícil. Habrá una competencia asesina.

En esto sí que le envidio. Es una suerte trabajar para un diario. No tiene que preocuparse por nada que no sea tener su crónica a punto para la primera edición. Los demás tendremos que pasarnos el día haciendo carreras, tratando de adelantarnos a ustedes.

– ¿Por qué? Los diarios no pueden imprimir sus crónicas antes, porque no hay ediciones anteriores a la primera.

– No, pero suelen publicar la primera que les llega.

– Ya, pero, ¿y si dice exactamente lo mismo que la que llega en segundo lugar, y que la tercera y la cuarta… y todas llegan a tiempo para la misma edición?

Corker le dirigió una mirada entristecida.

– Sabe una cosa, todavía le queda mucho que aprender sobre periodismo. Mírelo de este modo. Una noticia es aquello que le interesa a un tipo al que nada le importa apenas. Y sólo es noticia hasta el momento en que lo ha leído. Después ya no lo es.

A nosotros nos pagan por dar noticias. Si un colega ha enviado la noticia antes que nosotros, la nuestra ya no lo es.

Naturalmente, queda la nota de color. Los reportajes con una nota de color no son más que mucho alboroto por nada. Son fáciles de escribir y fáciles de leer, pero como cuestan muy caros de telégrafo, no podemos enviar más de la cuenta. ¿Entiende?

Durante esa tarde Corker le explicó a William muchos detalles acerca del oficio de periodista.

El Francmaçon levó anclas, avanzó balanceándose por entre colinas de tono ocre, cruzó el estrecho y salió a mar abierto mientras Corker seguía contando las leyendas heroicas de Fleet Street.

Se refirió a los ejemplos clásicos de primicias mundiales y grandes mistificaciones; a las confesiones arrancadas por la fuerza a sospechosos histéricos, a las indirectas y complicadas tergiversaciones, a los inventos lujosamente detallados que formaban la historia contemporánea; a las mentiras atrevidas con las que ciertos tipos habían conseguido subir de categoría

Le contó de qué modo Wenlock Jakes, el periodista mejor pagado de los Estados Unidos, se adelantó a todo el mundo con un sensacional notición el día en que escribió un testimonio presencial del hundimiento del Lusitania, cuatro horas antes de que lo alcanzaran los torpedos; y cómo Hitchcock, el Jakes de la prensa británica, consiguió hacer una crónica diaria de los horrores del terremoto de Mesina sin salir de su despacho de Londres; y de cómo él mismo, Corker, hacía apenas tres meses, había tenido la extraordinaria fortuna de encontrarse con la viuda de un aristócrata con un pie atrapado en un ascensor.

– Fue gracias a eso que me han enviado aquí –dijo Corker–. El jefe me prometió que me daría la primera gran oportunidad que apareciera. Jamás se me hubiera ocurrido que sería esta.

¡Noticia bomba! Evelyn Waugh. Página 88.

– ¿Lo entiende ahora? — dijo Corker–.

–  Creo que sí.

– Nos ha jugado una mala pasada en nuestras propias narices. Ya sabía yo que nos crearía problemas.

– Pero, de hecho, ese hombre es un funcionario del ferrocarril. Esta mañana lo he visto en la taquilla cuando he ido a preguntar por el equipaje.

– Claro que lo es. Pero, ¿de qué nos sirve eso a nosotros? Shumble ya ha difundido la noticia. Ahora no nos queda más remedio que encontrar a un agente soviético o inventarnos lo que sea.

O explicar que se trata de una confusión.

– Muy arriesgado, amigo, y muy poco profesional. Eso puedes hacerlo una o dos veces, cuando te encuentras en una situación verdaderamente de emergencia, pero no compensa. No les gusta publicar desmentidos.

Es lógico. Destruye la confianza que la gente ha depositado en la prensa. Además, da la sensación de que no estamos trabajando bien. Sería demasiado fácil que cada vez que un tipo consigue una exclusiva sensacional, los demás la desmintieran.

Y tengo que reconocer que Shumble ha sido muy listo. La idea era magnífica, aunque la barba le ha sido de gran ayuda. Seguro que se me hubiera ocurrido a mí de no haber estado tan fastidiado por lo del equipaje.

Otros periodistas se amontonaban a su alrededor reclamando sus telegramas. Corker fue entregándoselos a regañadientes. No había tenido tiempo de abrir el de Pigge.

– Toma hermano –le dijo–. Te lo he guardado. Algunos de estos tipos pretendían leerlo antes que tú.

– No me digas –replicó Pigge con frialdad–. Pues bien, si quieren verlo, aquí está.

Era como todos los demás: DÍCESE MISIÓN BOLCHEVIQUE ASUME CONTROL. INFORME URGENTEMENTE.

La cacería ya estaba en marcha. Aquel día nadie tuvo tiempo de almorzar. Estaban todos buscando rusos.

¡Noticia bomba! Evelyn Waugh. Página 128.

La otra cara

Publicado: 17 diciembre, 2010 en Humor, Periodismo, Política
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Hay días en los que periodistas y políticos podemos llevarnos bien. A veces, incluso, los que mandan pueden ser graciosos, divertidos, inteligentes. En serio. Tengo una prueba:

‘El Intermedio’ es un programa de humor que hace periodismo. El Gran Wyoming es un médico que acabó siendo cómico y que cada noche da ejemplo de integridad. Beatriz Montañez sí es periodista, y se nota en cada una de sus intervenciones, aunque deje a la profesión «con el culo al aire».

'El Intermedio'

'El Intermedio'

‘La Noria’ es un programa que pretende ser de debate, realizan entrevistas a personajes relevantes, colaboran periodistas «supuestamente» serios, –otros no tanto–, y quieren dar ejemplo, marcar la pauta de la actualidad. Sin embargo, practican la casquería.

Sábado tras sábado hacen el ridículo más absoluto. Son uno de los máximos exponentes de lo que se llama ‘telebasura’, y el nombre se les queda, día tras día, corto a todas luces.

Este último fin de semana Jordi González y sus tertulianos dedicaron su tiempo a hurgar en la muerte de Antonio Puerta. La hermana del fallecido intervino a través del teléfono y les humilló al máximo. Les acusó, entre otras cosas, de colaborar en el «hundimiento» de su hermano. De lucrarse con su muerte.

Ninguno de los presentes fue capaz de dar un argumento válido para rebatir esta idea. Al menos, mientras Isabel Puerta estaba en disposición de contestarles. En cuanto tuvieron vía libre, se desató la jauría. María Antonia Iglesias, Jaime Peñafiel, Isabel Durán o el propio ‘moderador’ se despacharon a gusto.

Insisto: Vísceras, sangre y malos modos. Casquería en estado puro. Me quedo con las risas, el humor y la autocrítica de Wyoming y Montañez.

Por cierto, este sábado estará en ‘La Noria’ el presidente catalán, José Montilla. Por el plató de Telecinco han pasado, entre otros, Miguel Ángel Revilla, José Blanco o Trinidad Jiménez. Políticos con responsabilidades importantes que piensan, supongo, que el fin justifica los medios. Allá ellos, pero, ¿todo vale?