Francisco Pernía es un hombre-milagro. No puedo pensar otra cosa. Si haces caso de sus palabras, es la persona que menos se equivoca del mundo.
El hombre que durante años nos ha hablado de las maravillas financieras que estaban haciendo en el Racing de Santander. Una cantinela que hemos tenido que escuchar hasta que decidió cambiar de discurso.
A partir de ahí, o la venta o la vida. Un cambio radical de versión en apenas cinco minutos. La nueva teoría venía a ser que o aparecía un comprador con dinero fresco para tapar nuestros agujeros, o la Ley Concursal se cernía sobre nuestras cabezas, como última posibilidad para evitar la disolución del club.
El hombre que continúa como Presidente tras la venta de un equipo al que ha llevado a la ruina con su gestión personalista y atropellada. Presidente con los Montalvo y Presidente con Ahsan Alí Syed. El hombre de confianza de los antiguos dueños. «Los ojos, los oídos y la boca», palabras textuales, del nuevo propietario, del empresario indio.
Un profesional de hablar y no decir nada. Francisco Pernía reconoce que no sabe de fútbol. Presume de ello. Eso sí, ficha y destituye entrenadores, compra o vende jugadores con un criterio, cuanto menos, difuso. Dice que no sabe de fútbol y se encarga de demostrarlo de manera continua, para que no haya dudas. Como buen expolítico, no peca de falsa modestia.
Ayer cesó a Miguel Ángel Portugal, su técnico de confianza. Una decisión difícil. «Se va un amigo», dice. Se va, o mejor dicho, lo despide, un año después de presentarlo como la solución a nuestros problemas. El burgalés vino para sacarnos del pozo en el que nos había metido otro iluminado, que también venía a cambiar el fútbol que habíamos visto hasta entonces en El Sardinero.
Juan Ramón López Caro, Miguel Ángel Portugal por dos veces, Marcelino García Toral, Juan Ramón López Muñiz, Juan Carlos Mandiá y el tándem formado por Fede Castaños y Juanjo González. Siete nombres a falta del que venga –todo hace pensar en una nueva etapa de Marcelino— en menos de cinco años. Demasiados cambios para una persona que no se equivoca nunca.
Francisco Pernía acompaña sus decisiones con el latiguillo «rectificar es de sabios». No estoy de acuerdo. DE SABIOS ES NO EQUIVOCARSE. Francisco Pernía es el culpable.