Ayer se cumplió un mes desde que escribí mi último artículo en Ideas Efímeras. Si no me equivoco, es el periodo más largo sin actualizar este blog y me muero de remordimientos.
No ha sido una decisión premeditada. Me he pasado todos los días por aquí, aunque sin la motivación suficiente como para lanzarme a opinar sobre los temas que me interesan. Y todo esto, sorprendentemente, en un momento en el que sobran cuestiones a las que dedicar mi tiempo.
Me sigue interesando la política, aunque no me he ocupado del fin de la campaña electoral y de los no tan sorprendentes resultados en las elecciones autonómicas y municipales del pasado 22 de mayo. Me podría haber ocupado de las «primarias» del PSOE o de la llegada al poder en Cantabria de Ignacio Diego.
Un poco más farragoso pero también interesante hubiera sido comentar la situación de Grecia, un país acosado por la Unión Europea y por un Fondo Monetario Internacional que ha tenido que cambiar de director gerente porque, supuestamente, el «socialista» francés Dominique Strauss Kahn no supo «controlar sus impulsos».
Las movilizaciones ciudadanas que se han producido en España desde el 15-M y que se siguen extendiendo cuentan con mi simpatía y con mi apoyo, de momento, incondicional.
Me preocupa el Racing de Santander, he disfrutado con el sexto Roland Garros para Rafa Nadal y con el segundo Giro de Italia para Alberto Contador. Reconozco que la cuarta Champions League para el Barcelona de Guardiona me motiva un poco menos.
Música, cine, televisión o redes sociales. Ni la mal llamada crisis de los pepinos me ha hecho saltar del sillón para salir de mi ostracismo.
Y lo hago hoy, en la jornada en la que se conoce al nuevo Ejecutivo autonómico de la tierruca y en la que se celebra el Debate sobre el Estado de la Nación porque estoy HARTO de una nueva «moda». Me he cansado de oír hablar de la maldita austeridad.
Y es que esta palabra se ha impuesto en el vocabulario actual. Ahora todo es austero: las tomas de posesión, los gobiernos, las medidas económicas, los discursos, el catering… Hablan tanto de la austeridad que han desgastado el término, lo han vaciado de contenido y se ha convertido en un concepto absolutamente estéril.
Para la RAE, ser austero significa «ajustarse a las normas de la moral, ser sobrio, sencillo y sin ninguna clase de alardes», pero también en el diccionario leemos que la austeridad es «una mortificación de los sentidos y de las pasiones, algo agrio, áspero al gusto, mortificado y penitente».
Que no nos engañen. La buena administración de los recursos públicos es una obligación para la clase política. Encontrar las soluciones a nuestros problemas y no generarnos más de los que ya tenemos es su trabajo.
No podemos pagar sus errores.