Hay algunos números que nunca se olvidan. Seguro que los aficionados al fútbol tienen muy presente, sobre todo después del partido que enfrentó este fin de semana a Barcelona y Real Madrid, la diferencia de puntos existente entre ambos equipos en la Liga, o la lucha por ser el máximo goleador que disputan año tras año sus máximas estrellas, Leo Messi y Cristiano Ronaldo, por ejemplo.
Otros datos, sin embargo, duran en nuestra memoria lo que tardamos en procesarlos, como los 5.693.100 parados que refleja la última Encuesta de Población Activa (EPA) y que sitúan la tasa de paro en nuestro país en el 24,63 por ciento, con más de 1.737.600 hogares con todos sus miembros sin trabajo, y que nos dejan un lamentable incremento de 859.400 personas que perdieron su empleo en el último año.
Cifras complicadas de leer y de retener, y que han dejado de ser importantes para el Gobierno de España, más preocupado en conseguir el aval de sus socios europeos a las medidas de ajuste y a los recortes presupuestarios que tienen como objetivo exclusivo alcanzar el compromiso de déficit del 6,3 por ciento de nuestro Producto Interior Bruto (PIB) en 2012 impuesto por Bruselas.
Unos recortes de derechos sociales y laborales que buscan calmar la tan comentada prima de riesgo, que sobrepasa en estos momentos los 420 puntos, y que tiene su resultado último en el Ibex 35 o en las subastas de deuda que tiene que realizar nuestro país para seguir financiándose. Y es que son pocos los que se preocupan de estos indicadores, pero son los que mandan.
Poco importa que estemos al borde de un segundo rescate bancario -¿cuestión de horas?- o que hayamos perdido la cuenta del dinero invertido de la caja común para inyectar liquidez a los bancos españoles, porque mientras el VII Informe del Observatorio de la Realidad Social elaborado por Cáritas muestra la cara más cruda de la crisis y sufrimos un nuevo récord de desahucios de viviendas y locales dictados por los juzgados españoles, con una media diaria de 526 desalojos forzosos según los datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), los cajeros de las entidades financieras en las grandes ciudades españolas pasan la noche bajo llave, para evitar que algún empleado tenga la desagradable sorpresa de encontrarse por la mañana a un inquilino en busca de un techo en el que dormir algunas horas y protegerse del frío. Un techo y un suelo, por cierto, que ya son un poco de todos nosotros.